En mi silla me encuentro pensando y desvariando.
Y al final indudablemente llega un sentimiento incontrolable.
No estaba planeado ni tampoco pensado remotamente.
Como el néctar de los dioses griegos que brinda inmortalidad al alma.
Así llena de ilusión y alegría mi alma al pensar en ir a ese lugar.
Se ha dicho varias veces, hay tiempo de morir, tiempo de renacer.
Tiempo de caer en depresión y tiempo de escuchar al corazón.
Difícil resulta siempre escucharlo y fácil es ignóralo.
Pero el vacío que se encuentra en mi alma me anima a hacerlo.
Y la conexión que siento refresca mi esperanza.
A veces veo un futuro incierto ante mi.
Pero cuando voy a dormir, mi sueño final se condesa en quedarme contemplado la puesta del sol de un lugar llamado Puerto Vallarta.
Y mi alma se queda esperando poder hacerlo algún día en realidad al lado de la conexión que el destino mando.